Inferno
Inferno (Prólogo)
Yo soy la Sombra. A través de la ciudad doliente, huyo. A través de la desdicha eterna, me fugo. Por la orilla del río Arno, avanzo con dificultad, casi sin aliento... tuerzo a la izquierda por la via dei Castellani y enfilo hacia el norte, escondido bajo las sombras de los Uffizi. Pero siguen detrás de mí. Sus pasos se oyen cada vez más fuertes, me persiguen con implacable determinación. Hace años que me acosan. Su persistencia me ha mantenido en la clandestinidad..., obligándome a vivir en un purgatorio..., a trabajar bajo tierra cual monstruo ctónico. Yo soy la Sombra. Ahora, en la superficie, levanto la vista hacia el norte, pero soy incapaz de encontrar un camino que me lleve directo a la salvación..., pues los Apeninos me impiden ver las primeras luces del amanecer. Paso por detrás del palazzo con su torre almenada y su reloj con una sola aguja...; me abro paso entre los primeros vendedores de la piazza di San Firenze, con sus roncas voces y su aliento a lampredotto y a aceitunas al horno. Tras pasar por delante del Bargello, me dirijo hacia el oeste en dirección a la torre de la Badia y llego a la verja de hierro que hay en la base de la escalera.
Yo: 34
La: 21
Sombra: 89
Del: 27
Norte: 90
De: 75
Me: 62
Yo soy la Sombra. A través de la ciudad doliente, huyo. A través de la desdicha eterna, me fugo. Por la orilla del río Arno, avanzo con dificultad, casi sin aliento... tuerzo a la izquierda por la via dei Castellani y enfilo hacia el norte, escondido bajo las sombras de los Uffizi. Pero siguen detrás de mí. Sus pasos se oyen cada vez más fuertes, me persiguen con implacable determinación. Hace años que me acosan. Su persistencia me ha mantenido en la clandestinidad..., obligándome a vivir en un purgatorio..., a trabajar bajo tierra cual monstruo ctónico. Yo soy la Sombra. Ahora, en la superficie, levanto la vista hacia el norte, pero soy incapaz de encontrar un camino que me lleve directo a la salvación..., pues los Apeninos me impiden ver las primeras luces del amanecer. Paso por detrás del palazzo con su torre almenada y su reloj con una sola aguja...; me abro paso entre los primeros vendedores de la piazza di San Firenze, con sus roncas voces y su aliento a lampredotto y a aceitunas al horno. Tras pasar por delante del Bargello, me dirijo hacia el oeste en dirección a la torre de la Badia y llego a la verja de hierro que hay en la base de la escalera.
Yo: 34
La: 21
Sombra: 89
Del: 27
Norte: 90
De: 75
Me: 62
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